El asedio de Melilla entre el 9 de diciembre de 1774 y el 19 de marzo de 1775 es un episodio de resistencia heroica que ha pasado desapercibido para muchos. Durante esos cien días, un pequeño contingente de menos de dos mil españoles logró repeler el ataque de más de 40.000 soldados enviados por el sultán de Marruecos, Mohamed ben Abdalah.

El asedio se vio complicado por la traición de varios desertores, uno de los cuales, según el diario del médico, proporcionó información crucial a los atacantes. Este oficial desertor, a pesar de ser bien tratado y tener provisiones suficientes, reveló detalles sobre las defensas españolas. Sin embargo, su traición fue descubierta y el sultán, al enterarse de su deslealtad, ordenó su ejecución inmediata. Otros desertores también fueron capturados y ejecutados antes de que pudieran colaborar con el enemigo.

A pesar de contar con avanzadas baterías de artillería de origen inglés y artilleros expertos de Europa, Mohamed III no logró cerrar completamente el cerco sobre Melilla. Esto permitió a los defensores recibir suministros por mar, hasta el punto de que el comandante Juan Sherlock tuvo que devolver algunos debido a la saturación de los almacenes.

Las fortificaciones españolas, construidas a lo largo de casi cuatro siglos, demostraron ser inexpugnables y resistentes incluso a los bombardeos. La superioridad del armamento español y la destreza táctica de sus oficiales, junto con el dominio marítimo de España, jugaron un papel crucial en la defensa. Dos escuadras españolas, bajo el mando de Antonio Barceló y José Hidalgo de Cisneros, bloquearon el Estrecho de Gibraltar, impidiendo el suministro de armas y municiones a las tropas marroquíes por parte de Inglaterra.

Después de cien días de asedio infructuoso, el sultán se dio cuenta de la imposibilidad de expulsar a los españoles de Melilla. El diplomático Hamed El Gazel se reunió con Juan Sherlock para expresar el deseo de Marruecos de restablecer la amistad y el comercio con España en términos más favorables. Así, el 19 de marzo de 1775, Día de San José, se levantó el asedio y, en 1980, se firmó el Convenio de Amistad y Comercio en Aranjuez, que permitió la libertad de comercio entre los puertos de ambos países.

Las motivaciones del sultán eran fundamentalmente religiosas, a pesar de que la soberanía de Melilla pertenecía a España desde 1497, cuando Pedro de Estopiñán izó el estandarte de la casa de Medina Sidonia. Bajo el reinado de Mohamed III, conocido también como Mohamed ben Abdalah, Marruecos se abrió al comercio con Europa, firmando un tratado de paz y comercio con España en 1767. Sin embargo, su fervor religioso y el deseo de expulsar a los cristianos del Magreb prevalecieron sobre la diplomacia, llevándolo a conquistar la plaza portuguesa de Mazagán en 1768.

La creciente ayuda inglesa a Marruecos en armamento y asesoramiento militar alertó a España sobre un posible ataque inminente a sus posesiones en el norte de África. En respuesta, el rey de España ordenó la preparación de Melilla para su defensa, designando a Juan Sherlock, un destacado militar de origen irlandés, como comandante general en junio de 1774.

A pesar de las amenazas del sultán de desalojar a los cristianos de sus posesiones norteafricanas, y de su afirmación de no haber roto el tratado de paz, el ataque a Ceuta en octubre de 1774 llevó a Carlos III a declarar la guerra a Marruecos. El 9 de diciembre, las tropas marroquíes iniciaron el asedio a Melilla, que fue documentado detalladamente en cuatro diarios, reflejando las operaciones defensivas, la atención a los heridos y las obras realizadas para resistir el ataque.

Las fortificaciones y la organización defensiva de Melilla, combinadas con el valor y la determinación de sus defensores, lograron repeler un asedio que podría haber cambiado el curso de la historia de la ciudad. Este episodio de resistencia heroica merece ser recordado y celebrado como un testimonio del espíritu indomable de los españoles en defensa de su territorio.