Un marroquí compareció ante el tribunal y sostuvo que María se alteró después de recibir una bofetada, cogió un cuchillo de la cocina y se dirigió hacia él con intenciones agresivas. «La sujeté. En el forcejeo, corté los tendones al intentar desarmarla. Ambos nos agredimos y tuve que defenderme. Solo quise proteger mi vida», declaró. Al ser interrogado por la fiscal sobre las 27 puñaladas infligidas el 5 de mayo de 2021 en un piso de Benalmádena, afirmó que «todo sucedió muy rápido» y atribuyó su comportamiento al consumo de trankimazin, ha informado Diario SUR.
«Al ver que la situación se descontrolaba, entré en shock, hablé con ella, le pedí perdón y llamé en dos ocasiones al 112», añadió. La defensa solicitó una reducción de la pena, argumentando que la llamada de auxilio demostraba su arrepentimiento y sugiriendo atenuantes como la confesión, la obcecación, el estado pasional, las dilaciones indebidas y la enajenación mental. «Siempre he querido a esa persona. Llamé al 112 para salvar su vida y asegurarme de que estuviera bien. Pido disculpas por lo ocurrido», respondió al ser cuestionado por su abogado.
El presidente del tribunal, tratando de evitar repeticiones y agilizar el proceso, preguntó al acusado por qué no había mencionado antes su alegato de defensa propia, ni a la policía ni durante la instrucción. «Y algo tan crucial como esto... ¿por qué no lo mencionó al ser detenido? ¿Tuvo que esperar al juicio?», cuestionó el juez. «He venido a decir la verdad, creo que la acusación en mi contra es excesiva», respondió el joven.
El acusado negó incluso el número de puñaladas, afirmando haber infligido solo entre 3 y 4. «¿Se equivoca entonces el forense?», insistió el magistrado, cuestionando mordazmente por qué la había apuñalado en el cuello en lugar de en una pierna o un pie, si su intención era defenderse. También indagó sobre por qué la había apuñalado 27 veces en vez de arrojar el cuchillo tras la primera agresión, y cómo era posible que, estando bajo los efectos del trankimazin para relajarse, se hubiera puesto tan nervioso y perdido el control.
María no tuvo que escuchar el testimonio del acusado, pero él sí escuchó el de ella. La joven relató el calvario que vivió durante los dos años de relación. «Desde el inicio, controlaba con quién me juntaba, qué ropa llevaba, con quién hablaba por teléfono. Era muy posesivo. Si pasaban tres horas sin contacto, me inundaba de mensajes. Llegué a recibir 60 llamadas en un día», explicó. A partir del tercer mes, comenzaron los insultos, y más tarde, las agresiones físicas. «Me castigaba por estar con mis amigos y por salir».
Ana, la madre de María, nunca aprobó esa relación, pero su hija no la escuchó a tiempo. «Se lo advertí. Observaba comportamientos que no me gustaban. Le repetía constantemente: 'María, no sé qué está pasando, si algo sucede, por favor, avísame'. Sabía que no era una relación saludable», declaró ante el tribunal.
María reveló que su novio la había golpeado durante «mucho tiempo», siempre en partes del cuerpo que nadie veía, excepto sus amigos, quienes estaban acostumbrados a los moretones que ella negaba. «Pero el día que me dio un puñetazo en el ojo pensé que todo se descubriría». Sin embargo, la relación estaba a punto de colapsar. Fue tras otra agresión, «un codazo en las costillas», cuando le pidió a su madre que lo echara de casa. «O te vas o llamo a la policía», decidió Ana.
Respecto al día del incidente, María acudió al apartamento de Benalmádena en el último tren desde Fuengirola porque el acusado debía darle 150 euros por el televisor que había roto. «Ya tenía una apalabrada en Wallapop, por eso fui». Al abrir la puerta, según María, él le dijo: «Toma tu dinero. Ahora verás». Luego, le propinó un puñetazo. «Recuerdo estar en el suelo con un ojo abierto, apuñalada, como si estuviera a menos 10 grados. Lo escuché por teléfono diciendo 'he matado a mi expareja'».
María narró su infierno con voz temblorosa, pero no se quebró al recordar las 27 puñaladas que marcaron su cuerpo, ni la pérdida de un riñón. Solo se rompió al mencionar las amenazas de muerte. «Él me hizo entender que me merecía todo lo que me estaba haciendo», concluyó.